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Durante el fin de semana del 22 y 23 de Noviembre, se llevó a cabo un HER distinto a los habituales. No se realizó en un hotel ni en un salón amplio, como suele ocurrir, sino dentro de un taller terapéutico diseñado para sostener procesos que requieren cercanía, silencio y profundidad. La elección de este espacio respondió a la naturaleza del grupo: consultantes en terapia psicológica, alumnos de psicología y hombres en diversas etapas de su vida, cada uno con su propia historia, pero todos compartiendo el mismo anhelo de crecer, comprenderse y transformarse.

En un ambiente íntimo que permitió que cada experiencia se viviera con mayor sensibilidad y autenticidad. Entre sillas sencillas, cuadernos abiertos y silencios necesarios, emergieron verdades que merecían ser escuchadas. Hubo vulnerabilidad, confrontación amorosa, momentos de insight profundo y, sobre todo, un profundo respeto por las vivencias de cada participante.

Este grupo necesitaba un espacio así: pequeño, cálido y seguro. En él, los asistentes pudieron hablar desde lo profundo, mirarse sin máscaras y atender aquello que en otros contextos suele permanecer oculto. Hombres en terapia, en formación y en procesos personales de recuperación emocional encontraron aquí un lugar para reencontrarse con partes olvidadas de sí mismos.

El propósito fue claro: que cada participante se retirara con una comprensión más honesta de su propia historia, con herramientas emocionales más sólidas y con la certeza de que la responsabilidad afectiva comienza en casa —en uno mismo. Que fueran capaces de nombrar lo que sienten, gestionar lo que cargan y construir vínculos más sanos. Que recordaran que el crecimiento emocional no es un destino final, sino un camino que se elige todos los días.

Este HER no fue únicamente un taller.
Fue un proceso de transformación profundamente humano.